Desde la era moderna, quienes sufrimos una enfermedad mental recibimos tratamiento farmacológico para combatir los síntomas. Es la primera y principal herramienta, aplicada para evitar recaídas, preservar la estabilidad necesaria para el desarrollo y la funcionalidad de la persona.
Para mí, con la perspectiva de los años, ir a la consulta del médico y limitarme a tomar unas píldoras es insuficiente. Quizás esto sea adecuado para tratar mi enfermedad pero no mi persona. El enfoque ha cambiado: “se trata con personas con enfermedad y no sólo con enfermedades“.
De un tiempo a esta parte, la población en general y el Sistema Sanitario especialmente, han empezado a preocuparse por la salud y el estilo de vida saludable y se ha implantado una fuerte acción de concienciación para contribuir a la prevención y a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. El cartel de la enfermera bonita con el dedo derecho en los labios pidiendo silencio ha sido sustituido por los que nos muestran la pirámide de los alimentos y de otras campañas de prevención diversas. Entonces, el médico pasa de ser un mero facilitador de recetas, a proporcionar las pautas para tener un estilo de vida saludable. Con un papel destacado de los enfermeros y enfermeras en esta tarea, para que mejore nuestro estado general de salud.
Siguiendo la evolución de la práctica sanitaria, llegamos a un punto en el cual las terapias psicológicas adquieren la credibilidad necesaria y se incorporan al sistema de salud. Algunas veces es conveniente que nos proporcionen un apoyo extra para el desempeño de la pauta farmacológica y un estilo de vida saludable, así como para aquello que afecta a la gestión del estrés y las emociones. En el caso del Trastorno Bipolar, tiene especial éxito el enfoque cognitivo- conductual y se ha instaurado rápidamente la “Psicoeducación”, terapia de gran prestigio a nivel internacional, hija de nuestro Hospital Clínico de Barcelona.
¿Hay que hacer el camino solos? Hasta ahora, todo pasaba por ir al médico, tomar lo que toca, “portarse bien”… Pero las personas, muchas, deseamos compartir lo que tenemos dentro con otros que han pasado por experiencias similares, dado que la empatía es muy grande. Y aún más en el caso del trastorno mental, en el que hay emociones difíciles de explicar, vividas con vergüenza y autoestigma.
A raíz de la Crisis del Estado del Bienestar en el que nos encontramos desde finales del siglo XX, el Sector Público no cuenta con recursos para proporcionar suficientes servicios. En este contexto, todos estamos de acuerdo -usuarios y entorno directo, profesionales y Administraciones Públicas- en que las asociaciones jugamos un papel capital.
Además, hay que tener en cuenta que: “El paciente cada vez es menos ‘paciente’, se vuelve activo respecto a su enfermedad, se informa, se organiza para proporcionar servicios y lograr cosas“. Precisamente, esta era una de las conclusiones de la 1ª Jornada del Consell Consultiu de Pacients de Catalunya.
Por todo ello, personalmente formo parte de dos asociaciones. Primero, de la Asociación de Bipolares de Cataluña (ABC), que este año cumple 20 años. Esta es la primera asociación de enfermedad mental en España, nació basada en los modelos anglosajones del momento. En sus orígenes, era un Grupo de Ayuda Mutua, un punto de encuentro para personas que tenían en común el Trastorno Bipolar y se daban apoyo mutuo.
También estoy muy contenta y satisfecha de ampliar mi ámbito de actuación participando de este proyecto de ActivaMent. Entidad que nace en un momento económico-social crítico y, en mi opinión, es un buen ejemplo de fuerza y solidaridad catalanas.
Las asociaciones apoyamos a las personas afectadas y a los familiares, luchamos para conseguir mejoras sociales, intentamos combatir el estigma, etc. Gracias a la inestimable labor de los voluntarios que trabajamos de forma desinteresada, estas entidades sin ánimo de lucro salimos adelante. Los que lo hacemos, sentimos la gratificación de ayudar a los demás. Para mí, la misión principal de estas entidades es garantizar un punto de encuentro que favorezca el intercambio de experiencias y que surja la “ayuda mutua”.
El voluntariado proporciona un contacto social muy especial, que permite aprender muchas cosas. No sólo sobre uno mismo sino que también, derivado de la relación con las personas, se mejoran las habilidades de administración, dirección y comunicación. Esto creo que es ideal para una persona que está estable y se prepara para el mundo laboral. El voluntariado nos permite ser personas con más y mejores relaciones sociales, recuperadas, felices y empoderadas.
En una paráfrasis de la Pirámide de Maslow, yo entiendo mi recuperación a partir de incorporar los puntos presentados:
Para mí, es muy importante dar valor y visibilidad a la labor de las asociaciones, no sólo para concienciar a la opinión pública y para incentivar a las personas afectadas a asociarse, sino también para despertar el interés entre los mismos socios/asociados a participar y a estar convencidos y orgullosos del proyecto del que forman parte. Cuanta más gente seamos, a más personas podremos ayudar. Os animo a implicaros en una causa social.
Neus Sisteré