carregar amb culpes
Ilustración © Sergi Balfegó

 

A las personas que padecemos o hemos padecido un trastorno mental a veces nos suele ocurrir que, cuando fallamos en algo, nos sentimos culpables por ello y arrastramos estos fallos como pesadas cargas. Además, cuando recordamos el pasado, nos solemos acordar más de los errores que tenemos o hemos tenido que de nuestros aciertos, aun cuando estos últimos son muy superiores en número a nuestros fallos. Todo esto va convirtiendo nuestras vidas en verdaderos infiernos.

La mayoría de la gente suele recordar más las cosas positivas que las negativas. Pero nosotros no. Por el contrario, solemos enrocarnos en el círculo vicioso de recordar casi siempre vivencias o aptitudes negativas. Viviendo así envueltos en un mundo de negatividad que es muy perjudicial para nosotros y que nos impide no sólo curarnos, sino incluso también avanzar en la mejora de nuestra enfermedad, al rodearnos de tanta negatividad.

Para romper este círculo, lo que yo he hecho ha sido, en primer lugar, pensar y concienciarme de que no soy una persona perfecta y, como ser humano, puedo fallar. Pero debo asumirlo reconociéndolo, aunque no torturándome por ello, dado que todo el mundo falla. En segundo lugar, me he dado cuenta que por lo general mis fallos no son superiores a los de la gran mayoría de la gente. Y por último, si alguien intenta culpabilizarme por mis errores, primero los reconozco para procurar no volver a tenerlos, pero después contesto a esa persona que si fallo… ¿Qué? También ellas fallan, y nadie se pone a torturarlas ni a recordarles continuamente donde han fallado.

Si la gente no está continuamente recordándose las unas a las otras dónde han fallado, puesto que a todas las personas nos sucede, ¿por qué muchas personas que padecemos o hemos padecido un trastorno mental nos estamos castigando y estigmatizando con ello? Tenemos que pensar que no somos ni mejores ni peores que los demás, sino simplemente distintos. Y lograr asimilar nuestros errores, sin que sus recuerdos o vivencias nos hagan daño, ya que forman una parte normal más de nuestra vida y nos sirven para aprender y ser mejores. Aparte de darnos cuenta que son necesarios, no los veremos como algo negativo ni nos culpabilizaremos por tenerlos, sino que acabaremos asimilándolos como una parte necesaria de nuestra vida y de nuestra personalidad. Esto nos ayudará a acabar siendo más felices.

Ernesto García

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