Ilustración © Sergi Balfegó
¿Cómo definir lo que tenemos? ¿El diagnostico nos hace más daño que bien? Hay diversos estudios, que muestran los pros y los contras de hablar de nuestros problemas como de un “trastorno”, de “una enfermedad” o de un “problema genético”. Hemos de analizar todo esto si queremos que la calidad de vida de las personas con nuestros problemas mejore.
¿Son los problemas mentales, una enfermedad como cualquier otra? Plantear las cosas así tiene sus ventajas. Por un lado, evita que se considere al paciente –la persona que sufre- responsable o culpable de sus problemas. Y esto de no sentirse culpable es importante tanto para quien vive la posible enfermedad en primera persona como para los demás. La convierte en una enfermedad como pueda ser la diabetes. Y esto nos libera de uno de los puntos de vista más estigmatizantes.
Por otro lado, hace más comprensible ir al médico. Si tienes una enfermedad, vas al médico. Lo que también hace que te tomes tus pastillas como un buen chico.
Estas son cosas importantes y nada despreciables. Te conviertes en una persona que tiene un problema de salud, no en un despreciable débil mental. Me he encontrado personas que te miraban con superioridad porque ellos en la adolescencia tuvieron problemas pero no recurrieron a “las pastillas”. Para mucha gente esto de tomar pastillas te convierte en una persona que no tiene voluntad y que no sabe enfrentarse a la vida. Como si tomar Zyprexa fuera como engancharse a la heroína.
Además, si eres un enfermo normal, si actúas en alguna ocasión de forma asocial, no significa que seas malo, simplemente estás enfermo.
Pero no todo son flores y violas. Hablar siempre de nuestros problemas como de una enfermedad también tiene sus cosas negativas. La gente te ve como esencialmente problemático. Te consideran peligroso porque no saben como reaccionarás. Si una persona está enferma es intrínsecamente problemática. Lo que puede resultar un escollo en la lucha contra el estigma.
Parece que también, si te presentas como una persona enferma, la gente se mantiene apartada de ti. Eres visto como un bicho raro, como un indeseable. La gente no quiere implicarse emocionalmente contigo.
Además, si se presenta la cuestión como una cosa de base genética, como hacen muchos médicos, tenemos problemas para mantener una pareja normal, que quiera crear una familia. Y somos rechazados.
Estar enfermo por un desequilibrio químico cerebral de raíz genética aumenta el pesimismo sobre tu futuro y la gente te ve como un problema sin solución. Como si los tratamientos fuesen menos benéficos. Y, proceda el problema de donde proceda, se pueden hacer muchas cosas.
Así pues, hay que ir con mucho cuidado con como se presenta a las personas con trastorno mental. El vocabulario que utilizamos puede ser dañino en ocasiones con algunas personas y benéfico con otras. Es un tema complejo. Todos los términos tienen sus problemas.
Fèlix Rozey