“Claro que se puede estudiar y trabajar a pesar de vivir con un trastorno mental severo”

Hernán Sampietro: Psicólogo Social, Consultor Docente y Activista de la Salud Mental.

Me llamo Hernán, nací en Argentina hace 38 años, pero me siento más de Barcelona que de ninguna otra parte. Llevo una docena de años aquí, estudié aquí, trabajo aquí, lucho aquí e, incluso, hago el amor y tengo alucinaciones en catalán. No escogemos dónde nacemos y creo que tampoco el lugar del que nos enamoramos. Soy psicólogo social por la Universidad Autónoma de Barcelona, hago investigación psicosocial para Spora Sinèrgies y soy consultor docente en la UOC. Como veis, está claro que se puede estudiar y trabajar a pesar de vivir con un trastorno mental severo. Mi diagnóstico dice Trastorno Depresivo Mayor con Tendencias Autolíticas, pero eso no significa, ni mucho menos, que esté permanentemente hundido. Cuando te encuentras en el pozo parece que no te saldrás nunca, pero esto va por épocas. Hay momentos o episodios, que se deben atravesar, y después más o menos funciono como todos. Me han diagnosticado hace relativamente poco, pero desde que soy jovencito ya sabía qué era lo que me pasaba. Sin embargo, no supe pedir ayuda hasta que acabé mal. Aprender a pedir ayuda, creo, es uno de los pasos más básicos y difíciles para empezar a mejorar.

¿Eres psicólogo y vives con un trastorno mental?

     Pues sí. Y no sé porqué esto puede ser sorprendente. Los oncólogos también enferman de cáncer. Aunque no soy clínico ni nunca he hecho clínica. Soy psicólogo social, trabajo haciendo investigación psicosocial y educación. Ninguna persona, independientemente de su formación, oficio o profesión está libre de la posibilidad de pasar por un trastorno mental. La educación nos podrá aportar muchas cosas, pero no es un antídoto contra el sufrimiento.

¿Cómo empezó todo?

     Llevo mi diagnóstico oficialmente desde hace 2 años y medio, cuando tuve mi última gran crisis, pero viene de lejos. Antes, simplemente, no había pasado por el psiquiatra y por eso no me diagnosticaron. Ya a los 23 años viví otro episodio de depresión mayor, en la época en la cual acababa mis estudios y veía que en mi país de poco me serviría el esfuerzo de haber estudiado. Al menos eso fue el detonante.

     Y después en la infancia, mirando atrás, es claro que tenía casi todos los síntomas de depresión infantil: Irritabilidad, labilidad emocional, conductas autolesivas, trastorno alimentario, somatizaciones, etc. Cuesta entender cómo nadie lo detectó, porque pasé por muchos médicos. Y no sólo estaba siempre enfermo o sufría un accidente tras otro por comportamientos arriesgados sino que, incluso, me autolesionaba conscientemente. ¿Cómo esto no llamaba la atención? Aún se me hace difícil responder a esta duda.

     En la adolescencia y la primera juventud, pese a mis dificultades, me encontré mejor. Los deportes de equipo y los estudios me abrieron el mundo de las amistades y eso le dio un vuelco a mi vida. Y una crisis grande no volví a pasar hasta hace pocos años atrás, por circunstancias vitales que no supe manejar: una separación, la marcha de mi hija y la sensación de haberme extraviado en la vida.

¿Qué ha sido clave en tu recuperación?

     Muchas cosas me han ayudado pero, sobre todo, mi contexto. Tuve el apoyo de muchas amistades. Los amigos y amigas cercanas me salvaron, me sostuvieron para pasar los peores momentos, cuando estaba deshecho y no podía manejar mis emociones.

     Y después, claro, también me ayudó pedir ayuda, formal e informalmente, aceptar tomar la medicación e intentarlo todo. Y que no sean excluyentes unas cosas de las otras: medicación, terapia, cambio de hábitos de vida, comenzar a participar en asociaciones, los Grupos de Ayuda Mutua. Y aún así el proceso tiene sus momentos malos, estos no pasan ni desaparecen de repente. Tener ahora una relación de pareja con una persona que amo me ayuda mucho. Deberían prescribir enamorarse, que es mejor que cualquier pastilla. No te rías. Lo digo en broma pero también es cierto. En esta época que todo se atribuye a causas biológicas y genéticas, demasiado frecuentemente nos olvidamos de la importancia de sentirnos a gusto con lo que hacemos y con quien estamos.

¿Cómo te encuentras ahora?

     Pues, el contexto y las condiciones de vida no ayudan mucho. Da mucho miedo el futuro inmediato, con la incertidumbre laboral y la precariedad económica, pero tengo cosas en las cuales apoyarme y me encuentro bastante mejor conmigo mismo. Me encuentro a gusto con las cosas que hago y así no me encontraba en otros momentos.

¿Has tenido apoyo de tu familia?

     De la familia no, porque no la tengo cerca y porque en otras épocas que la tenía cerca no les pedí ayuda y tampoco registraron que me pasaba algo. Desde adolescente tengo el apoyo de las amistades que son, como explicaba, quienes me sostuvieron en las peores épocas.

¿Ahora qué haces para sentirte bien?

     Todo lo que puedo. He buscado muchas cosas para encontrarme mejor. Para empezar, reconozco que necesito ayuda: profesional y no profesional. Segundo, he dejado de esconderme y de actuar como que no me pasa nada. Esto me hacía mucho daño. Me pasé la vida así. Tercero, intento darle un sentido positivo o un giro a todo esto. Por ejemplo, compartiendo mi experiencia con otros que se encuentran en la misma situación, participando en asociaciones de personas que también tienen un trastorno mental. Por eso formo parte de ActivaMent.

¿Qué te aporta ActivaMent?

     Sentirme bien con quién soy y con lo que hago, a pesar de vivir una situación económicamente precaria o tener un trastorno mental. Me hace sentirme útil. Además, me permite tener gente cercana con la que es fácil compartir y entendernos, sin que me den consejos de libros de autoayuda.

¿Has vivido la discriminación en primera persona por tener un trastorno mental?

     Yo soy el primero que me he discriminado. Me he pasado media vida intentando que nadie lo notara, hasta que estalló. Y mi entorno cercano lo tomó sorprendentemente bien en comparación a como yo imaginaba que se lo podían tomar, incluido en el trabajo. Aunque, claro, mis jefes también son mis amigos. Lo eran desde antes de ser mis jefes. Y una de las áreas en las que trabajamos es, precisamente, la discriminación por motivos de salud mental. Supongo que por formación, valores y afecto, les ha sido más fácil entenderme, apoyarme y esperarme a que me recuperara para volver a incorporarme al trabajo en los momentos que no me encontraba bien.

     Ahora bien, también sucede algo muy particular, que con mi diagnóstico hay gente que se aleja y gente que minimiza, como que esto no es un trastorno mental, que no es para tanto y no debería afectar demasiado. Todavía hay mucha gente, incluso de nuestro colectivo, que considera la depresión como algo no muy real o grave.

¿Qué consejo darías a una persona que padece un trastorno mental?

     Que busque ayuda, que esto no es ninguna vergüenza. A veces la vida nos supera y solos es muy difícil, por no decir imposible, salir adelante. Hay muchas otras personas que han pasado por lo mismo y saben qué significa esto que nos pasa y nos pueden dar su apoyo y experiencia.

     También le diría que intente sacarse de encima la culpa. El trastorno mental no es debilidad de carácter. Y que no se quede sólo con la medicación, que busque otras vías paralelas. Y que no se resigne. El trastorno mental no es una condena, todos y todas nos podemos recuperar, aunque algunos tendremos que vivir toda la vida con el trastorno y sus síntomas.

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