“Pasar por diversas asociaciones me ha dado argumentos para defenderme de los prejuicios y la discriminación”
Luis Imedio: Economista, padre de familia y activista de la salud mental
Me llamo Luis, nací en Ripoll hace 53 años, pero de pequeño viví 8 años en Alemania, por lo que al final hablo 5 idiomas. Mi pasión ha sido siempre viajar y conocer nuevas culturas, y durante casi 20 años pude dedicarme a lo que me gustaba, trabajando como director de exportación en una empresa catalana líder a nivel nacional en la estampación de metales no férricos. Mi pasión terminó siendo mi perdición, porque los problemas de salud mental fueron ocasionados por un estrés excesivo en el trabajo. Por suerte, y gracias sobre todo al apoyo inicial que tuve de parte de mi mujer y de un fantástico profesional como es el Dr. Luis Pareja, ahora me encuentro totalmente recuperado y lleno de entusiasmo para emprender lo que me queda de vida, con mucho optimismo y con ganas de ayudar a otros compañeros que acaban de pasar por una situación similar a la que yo pasé. El mensaje es claro: la recuperación es posible para la mayoría de la gente de nuestro colectivo, sobre todo si se actúa en los estados iniciales de la enfermedad.
¿Cómo empezó tu vinculación con el mundo de la salud mental?
Esto fue por un primer episodio que tuve a los 38 años. Cuyo detonante fue muchísimo estrés en el trabajo. Pienso que todas las personas tenemos un punto débil y cuando estamos sometidos a un estrés muy fuerte hay gente que lo lleva mejor o peor. A algunos les da un ataque al corazón, hay quien sufre un infarto cerebrovascular o quien vive un brote psicótico, como es mi caso. Es el punto débil, que para cada persona puede ser diferente.
Después del primer episodio, salí sin diagnóstico y al cabo de una semana estaba trabajando otra vez. Trabajé 6 años más, sin medicación. Hasta los 44, y entonces tuve una segunda crisis, un segundo brote, ocasionado exactamente por lo mismo. Una situación de estrés en el trabajo.
¿Cómo fue tu proceso de recuperación?
El de la primera crisis fue relativamente rápido. O, más bien, no me dio tiempo de recuperarme. Me incorporé de inmediato al trabajo y fui tirando adelante.
La segunda vez fue mucho peor. Intenté volver a trabajar sin conseguirlo. Por suerte, hubo un psiquiatra que me diagnosticó y, desde entonces, ya sabía a qué me enfrentaba. Era un psiquiatra privado y me informó de los derechos que tenía como, por ejemplo, a una pensión. Esto era muy importante para mí, me preocupaba porque tenía dos hijos a mi cargo. Lo que no entiendo es por qué la seguridad social no me informó de ello. Tanto la primera vez como la segunda me dijeron: “Toma estas pastillas y ve a casa“. No me hicieron ningún diagnóstico. Así salí la primera vez, pero la segunda estuve con una depresión fatal 2 años, con síntomas negativos.
Yo recuerdo que al principio, después del segundo brote, que ya no trabajaba y había vuelto a fumar, salía fuera a hacer el cigarrillo en un banquillo y reflexionaba: “¿Qué pensarán los vecinos si ven que no trabajas?“. Creía que tenía algo muy grave y, claro, tenía toda la falta de información que tiene la sociedad, todas las ideas prejuiciosa yo también las tenía y era el primero que me estigmatizaba.
¿Cómo te recuperaste?
Muy poco a poco. Pasé una primera época que tenía mucho dolor de cabeza, cada día. Me costaba concentrarme, era incapaz de mantener una conversación larga con alguien, y las reuniones familiares con mucha gente me agobiaban.
Hasta que una vez, buscando en Internet sobre mi enfermedad, encontré que había una asociación de usuarios en salud mental. Mi sorpresa fue que los mismos diagnosticados llevaban la asociación. Me entusiasmó, llamé, contacté, me hice socio y me fui encontrando mejor poco a poco.
Mi pasión, que como ya he dicho, es viajar y hablar idiomas, la pude volver a realizar. Había un programa europeo en salud mental en donde esta asociación participaba y tuve la oportunidad de volver a viajar, hablar inglés y formarme dentro del ámbito de la salud mental. Y así, poco a poco, los síntomas negativos fueron marchando. No es que esté ahora al 100% recuperado, pero un 95% sí.
¿Qué haces actualmente para sentirte bien?
Actualmente, una parte muy importante es formar parte de ActivaMent, que es una asociación de usuarios relativamente nueva. Lo que encuentro tan bueno de esta asociación es que está organizada de forma horizontal y que funciona con asambleas en donde no hay jefes ni gente que manda, sino que todo el mundo tiene la misma voz y voto. Eso me hace sentir bien. En ActivaMent estoy haciendo la tarea de tesorero, también hago las acogidas a nuevas personas que se interesan por la asociación, atiendo el teléfono o participo como docente en sus formaciones.
Otra cosa que también me hace sentir bien es una persona que para mí ha sido clave: mi mujer. Me ha acompañado en todas las crisis y en el proceso de recuperación. Sin ella, no sé cómo hubiera acabado la cosa. Ahora, cuando mi compañera tiene vacaciones, las aprovechamos y viajamos y de esta manera sigo haciendo lo que me gusta. El resto de la familia, tanto mis hermanas como los parientes de parte de mi mujer, también tienen una actitud muy positiva y me apoyan en todo momento. Y luego, tengo dos hijos que todavía viven en casa. Están estudiando y me ocupo de las pequeñas tareas diarias del hogar, como ir de compras, cocinar y otras tareas domésticas, que no representan ninguna carga y lo hago con mucho gusto.
También estoy estudiando catalán por Internet. Yo vengo de la época de Franco, donde no había catalán en la escuela, no se aprendía. Actualmente, ya es el tercer cursillo que hago y estoy mejorando mi catalán. Me estoy sacando el nivel C, oficial.
¿Has vivido discriminación por el hecho de vivir un trastorno mental o de llevar un diagnóstico?
Pues sí, bastantes veces. Cuando me reincorporé al trabajo después del primer brote, la empresa tuvo la información que había sido derivado a Sant Boi, al Hospital Psiquiátrico. Es decir, se enteraron que era un problema de salud mental. Entonces, si tenía una discusión con un compañero o superior, pues siempre quedaba el recurso de decir: “a éste le patina“. Y quizás me enfadaba porque me habían hecho una jugada o porque veía algo que no era correcto desde el punto de vista comercial. Soy economista, trabajaba de director de exportación y mi criterio era puramente profesional. Pero sacar que había tenido un trastorno mental era un argumento en mi contra. Injusto, pero así sucedía. Me desacreditaba.
Igualmente, después de la segunda crisis, fui a un psiquiatra de la Seguridad Social porque quería tener un informe de cara a pedir la pensión. Le llevé el informe de mi psiquiatra privado y me dijo que no estaba de acuerdo con el diagnóstico porque, según él, una persona que había hecho estudios universitarios no podía tener mi diagnóstico, de trastorno mental severo. Para él, aunque el brote hubiera venido después de terminar la carrera, yo no debería haber sido capaz de sacarme un título universitario. Esto es falso. En las asociaciones en las que he estado, he tenido muchos compañeros universitarios.
Así mismo, una gran decepción la tuve con los compañeros de trabajo, sobre todo con unos cuantos que los consideraba amigos. Intenté restablecer el contacto y todo fueron excusas. Me demostraron que con este diagnóstico ya no querían saber nada más de mí. Otros que no me esperaba, sí se interesaron por mi estado de salud.
Y también con la policía. Esto fue muy bueno. Una vez, a mi hijo pequeño lo atracaron, le quitaron el móvil y la documentación, y fuimos a hacer la denuncia. Hablando con el inspector que nos tomó los datos, así en confianza, le dijo a mi hijo, que entonces tenía 17 años, que a él lo que le daba más miedo no era intervenir en casos de delincuencia. Esto no lo daba miedo, sino tener que intervenir en casos de personas con trastorno mental. “Locos“, dijo. ¡Esto dijo delante de mi hijo, que conocía mi diagnóstico! El hecho de haber pasado por varias asociaciones me dio muchos argumentos que no hubiera tenido si no hubiera sido por esa experiencia. Le dije: “Yo tengo este diagnóstico y estoy totalmente en desacuerdo con lo que ha dicho. No somos peligrosos. Estoy seguro de que en el 99% de las veces que ha tenido que intervenir en casos de trastornos mentales no ha habido violencia“. Entonces, se puso de todos los colores, no supo qué decir para disculparse y me respondió que, de hecho, era en el 100% de las veces que no había tenido ningún problema, pero le daba miedo.
Quien interviene en estos casos debería recibir formación específica en temas de salud mental. No puede ser que se presenten en la casa de alguien de nuestro colectivo, en pleno brote psicótico, y que una persona con una pistola tenga más miedo que el afectado. ¡Hablamos de una persona asustada que con una pistola en la mano! Yo ya he dado instrucciones en casa: “Por favor, no llaméis nunca a la policía si tengo una crisis. El que tiene miedo de ellos soy yo“.
Qué triste hubiera sido si aún hubiese seguido con el autoestigma y, ante mi hijo, hubiera tenido que callar que yo era uno de esos locos que le daba miedo. Qué triste que ante mi hijo no hubiera podido defenderme. Esto me lo dieron las asociaciones. Si, por el contrario, me hubiera quedado siempre en casa, en lugar de asociarme, no hubiera tenido argumentos.
¿Qué le recomendarías a una persona que estuviera pasando ahora por primera vez por un trastorno mental?
Que intentara hacerse socio de una asociación como ActivaMent, constituida por personas con trastorno mental. Así tendrá la oportunidad de entrar en contacto con otros compañeros que tiempo atrás hayan pasado por la misma experiencia. Ver compañeros muy recuperados o totalmente recuperados da mucha esperanza y desmitifica estas enfermedades. De hecho, actualmente considero que tengo una mejor salud mental que muchas personas que no están diagnosticadas. Lo cual no quita que si volviera a pasar situaciones de estrés extremas, seguramente, enseguida tendría síntomas de un nuevo brote.
¿Hay algo más que te gustaría añadir?
Bueno, me gustaría decir que las personas de nuestro colectivo nos debemos cuidar un poco más. Debemos evitar el estrés, es bueno que sigamos una medicación y que tengamos una vida más o menos ordenada. Pero, para el resto de cosas, somos personas totalmente normales.