Ilustración © Sergi Balfegó
En ocasiones, las personas con problemas mentales nos sentimos tan pequeños que constantemente buscamos que los demás nos aprueben y nos digan cómo hacemos de bien las cosas. No tenemos valor para pensar de manera independiente o de vivir de manera independiente.
A todo el mundo le gusta que le sonrían y le aprueben. Nos hace sentir bien a todos. Pero nosotros, las personas con problemas, en ocasiones nos ponemos en manos de los otros porque hemos perdido la confianza en la propia capacidad de pensar o de actuar. Esto nos convierte en personas un poco inexistentes. Dependemos de que los demás nos den la razón y nos aplaudan.
Gracias a Dios he conocido a personas que tenían problemas y que hacían su vida según su criterio. Si esto es difícil para una persona sin problemas, imagínense para nosotros, que a veces forzosamente dependemos del prójimo para movernos en este mundo.
La sociedad programa a las personas para que sean dóciles y obedientes y no rompan las normas de algunas instituciones. O simplemente para que acepten las tradiciones sin pensar. Así las iglesias y los Estados hacen que seamos obedientes a sus normas sin plantearnos si a nosotros personalmente nos parecen racionales o coherentes.
Tenemos que hacer lo más difícil, coger el toro por los cuernos y pensar si nuestra forma de vida o nuestras ideas nos parecen racionales o si simplemente nos convienen. Y aunque a algunas personas pueda no gustarle, vivir como nosotros creemos que tenemos que vivir.
Fèlix Rozey