“Está bien tener amigos, apoyo profesional y seguir los tratamientos, pero si no pones de tu parte no cambiará nada.”
Almudena Calvo: Periodista, Actriz Teatral y Activista en Salud Mental
Me llamo Almu, y me gusta definirme como una superviviente. No he tenido una vida fácil pero eso no ha impedido que salga de todos los pozos en los que he caído. La clave es la lucha del día a día para llevar una vida digna y ser respetada.
Valoro mucho la amistad, para mí es un tipo de amor que se debe cuidar y puedo afirmar que la buena compañía de algunos amigos ha hecho que tenga motivos para levantarme de la cama cada mañana. Todos necesitamos una motivación y tenemos que buscarla con ganas e ilusión hasta que la encontramos.
Actualmente el mundo no está funcionando muy bien, pero no hay que rendirse sino activarnos y mejorar nuestro entorno en la medida que nos sea posible. Quizá sea utópico, pero me gusta pensar que hay esperanza y que existe gente con ganas de cambiar el mundo. Soy muy melancólica y, a veces, eso me hace estar más triste, pero también me gusta disfrutar de los pequeños momentos, de la buena compañía, de una conversación interesante, de una sonrisa, de una mirada, de una palabra de ánimo. Soy muy sincera y lo considero una buena cualidad, aunque soy consciente de que no a todos les gusta que le digan las verdades. Mi frase preferida es: “Todo tiene su momento” y creo un poco en el destino. Tener un trastorno mental no siempre es fácil pero durante el camino te vas encontrando con cosas positivas.
¿Cómo empezó todo?
Yo desde los 7 años empecé a recibir tratamiento con una psiquiatra infantil y un psicólogo. En mi casa había un ambiente malo entre mis padres. No tengo muchos recuerdos, pero me dijeron que era muy triste y me trataron de depresión infantil. Me drogaba desde los 7, porque los psicofármacos no dejan de ser drogas, y ahora haré 33 en agosto. Pero yo considero que formo parte del colectivo de personas con un trastorno mental desde el 2001, que tuve mi primer brote. Un brote psicótico. Entonces me hicieron el diagnóstico de trastorno límite de personalidad y de bipolaridad.
¿Vives con dos diagnósticos?
Me tratan más del trastorno límite. Me identifico más con trastorno límite. Se habla muy poco del trastorno límite. En la radio es una lucha que tenía. Sólo hay otro chico y yo. Es una etiqueta, ¿no?, el diagnóstico, pero se tienen que conocer otras cosas que la esquizofrenia y el trastorno bipolar, que son más conocidos.
¿Has tenido el apoyo de tu familia?
Mi padre murió hace 12 años. Coincidió con el brote. Mi padre nunca lo entendió. Quien me dio más apoyo es mi madre. Ahora estoy en su casa, desde que me he separado de mi pareja. Mi hermano siempre ha sido un rechazo total. A mi madre al principio le costó mucho aceptar lo que me pasaba, pero ha estado a mi lado, ha pasado los brotes conmigo. Y también mi prima. Aunque le costara, mi madre ha estado a mi lado. Ahora está más informada, conoce más como ayudarme.
¿Y actualmente cómo te encuentras?
Hace cuatro meses que me he separado de mi pareja y, claro, todavía no es un momento fácil. Pero a nivel de mi trastorno estoy bastante estable. Este agosto ha hecho un año que no ingreso, la medicación me la están bajando. Los síntomas están calmados. Estoy estabilizada.
¿Qué te ha ayudado a encontrarte mejor?
Yo diría que me he encontrado mejor cuando he superado el autoestigma. Que se habla mucho del estigma social, pero existe el autoestigma, que es muy peligroso. Antes pensaba “no serviré para nada, no podré trabajar, soy una inútil”. Y cuando entré en Radio Nikosia eso me cambió. Me dijeron: “tú tienes unas posibilidades, que debes desarrollar“. He pasado de ser “una enfermita pobresita” a tener una actitud reivindicativa de mi trastorno. Creo que del autoestigma hay que hablar mucho. Necesitaba encontrar un lugar donde encajar. Ahora estoy en Nikosia y en el teatro, en Pallapupas, que son payasos de hospital.
¿Y qué haces actualmente?
Hace 6 años que no trabajo. No soportaba las 8 horas. Era muy reticente a tramitar la pensión. Me sentía muy inútil si no trabajaba, había trabajado desde siempre. Pero llegó un punto que dije: “no puedo”. Ahora cobro una pensión contributiva y hago el voluntariado.
Hago activismo en salud mental, estoy en la radio, el teatro y hago varios voluntariados. Estoy haciendo un taller de radio, he empezado un voluntariado con discapacidad intelectual. Me interesa colaborar con otros colectivos en riesgo de exclusión social. También en otros colectivos de diversidad funcional. Preparo un programa en la radio al respecto.
¿Qué te ha ayudado a recuperarte?
La clave para mí es estar ocupada. Es el consejo que yo daría. Sino la cabeza enseguida da vueltas a las cosas. Y hacer actividades, sobre todo que te llenen, que suben la autoestima, la mente se relaja, no le das tantas vueltas a los problemas. Intento estar de aquí para allá, haciendo muchas cosas, apuntarme a proyectos.
Tener pareja también me ayudó mucho. Yo pensaba que nadie me querría con mi trastorno y ser amada por una persona me dio mucha fuerza, muchas ganas de vivir. Antes tenía muchas autolesiones, intentos de suicidio, y estar con él me hizo muy bien.
Y yo he sido afortunada, he dado con buenos profesionales. Para mí, los profesionales que he tenido han sido una segunda familia. Mi psiquiatra infantil me llevaba al cine, esto no lo hacía mi familia. Yo mejoré mucho con una terapia que es especial para el trastorno límite, en el Hospital de Día Llúria. Se llama dialéctica conductual. Aquella terapia me cambió la vida. Desde entonces he dejado las autolesiones, he empezado a aceptar lo que me pasaba, a controlar los impulsos, el miedo al abandono, a aceptar la frustración.
Yo no me identifico con el movimiento de antipsiquiatría. No se debe generalizar. Ni a nosotros del colectivo, ni a los profesionales de la psiquiatría. Hay que agradecer que hay profesionales que se implican, que no te tratan como un número más, sino como una persona.
¿Qué le dirías a una persona que se encuentra en este momento pasando por primera vez la experiencia del trastorno mental?
Yo le diría que pierda el miedo. Que al principio, cuando tienes el primer brote o el primer ingreso, todo es nuevo. Y a veces nosotros mismos tenemos prejuicios de los demás. La primera vez que fui al psiquiátrico, pensaba: “¿Yo qué pinto aquí?“. Y estaba igual que los demás.
Le diría que no se dejen llevar por la etiqueta del diagnóstico. Sobre todo esto. Que busquen un lugar. Una asociación o un centro cívico donde se sientan útiles y que puedan volver a hacer las cosas que hacían antes del diagnóstico.
Está bien tener amigos, apoyo profesional y seguir los tratamientos, pero si no pones de tu parte no cambiará nada.
¿Quieres añadir algo que no te haya preguntado?
Me gustaría dejar un mensaje para la sociedad. Estoy muy a favor de que se rompan los prejuicios que tiene la gente. Les diría que se acerquen a asociaciones o actividades del colectivo, que vean que somos personas como cualquier otra. Que se acerquen, que rompan prejuicios, como esto de ligar el trastorno mental con la violencia o la idea de que somos unos vagos o unos “flojos” porque no trabajamos. Que se acerquen. Y que sepan que, ante todo, somos personas y que queremos ser tratados como cualquier otro más.