El Estigma y el Autoestigma son realidades que, mucho antes de que yo comprendiera su significado, me afectaron de lleno, como a mucha gente. Es por eso que hoy me gustaría detenerme un momento y reflexionar sobre su significado.
El Estigma es un conjunto de prejuicios –con efectos a nivel cultural, laboral, económico, etc.- que hacen que la persona se vea discriminada, recibiendo una respuesta negativa, siendo vista socialmente como inaceptable, pudiendo llevar a la exclusión y el rechazo social, y que afecta a su identidad (autoestigma).
El Autoestigma son los prejuicios que están interiorizados, convirtiéndose así en atributos identitarios: la persona se cree estos prejuicios y esta identidad. Así, a todas las barreras que nos impone la sociedad (el estigma) podemos añadir las que uno mismo se impone como resultado del autoestigma.
Mi trastorno se presentó cuando tenía 13 años. En la pre-adolescencia es difícil tener las cosas claras, al menos en mi caso, y por eso me creí todo lo que venía de fuera (el estigma). Por otra parte, como reflejo de esto, yo creí e hice mío todo lo que la sociedad me ofreció. Esto me afectó con una baja autoestima, una inseguridad en el peso, etc.
Yo creía que era una “enferma mental”, por lo tanto lo era. Mi pensamiento era “aunque cuesta salir adelante, más vale que lo hagas ahora porque sino quedas para siempre encasillada“.
Así que yo hice lo que pude para huir del rechazo social y creo que, en este sentido, jugué a dos bandas: A veces, sintiéndome muy mal y tratando de quitarle importancia, y otras, haciendo como si todo fuera bien, negando que hubiera algo que iba mal. Así pude ir cumpliendo objetivos académicos, sociales, también algunos personales.
Tanto el estigma como el autoestigma me limitaron mucho, hasta el momento en que dije ¡Basta! Esto se notó en muchas cosas: en la autoestima, en el hecho de ponerme a hacer cosas que yo creía que sería incapaz de hacer, etc.
Muchas veces me he sentido (auto)excluida de la sociedad, ya que no ha sido la sociedad quien me ha dicho: “Tú no puedes hacer eso“, sino que he sido yo misma, influida por lo que creía que eran verdades absolutas.
Por eso, aunque creo que hay que luchar mucho para erradicar el estigma social, muchas veces es necesario que la lucha empiece por uno/a mismo/a, para expulsar para siempre ciertos pensamientos y comportamientos limitantes del tipo: “Yo no soy capaz” o “Como no lo podré hacer, ¿para qué esforzarme?”.
Creo que para hacer frente al estigma y el autoestigma sería bueno crear o reforzar una buena autoestima, pero no sólo para las personas a las que les diagnostican un trastorno mental, sino para todas. Y también que hubiese una formación más abierta y comprensiva con las personas que padecen estos trastornos, para que la inclusión sea un hecho cotidiano y nadie pase tiempo siendo víctima del estigma y/o el autoestigma.
Mònica Civill