Probablemente no exista otro ámbito de la salud cuyos usuarios y usuarias hayan sido objeto de maltrato y vejaciones que pueda compararse con lo que hemos sufrido el colectivo de personas con un trastorno mental. ¿Cuáles han sido los “tratamientos” que se nos han aplicado? Veremos algunos a continuación.
En la Edad Media a las personas con un trastorno mental se las trataba como poseídas por espíritus diabólicos. Especialmente por parte de la iglesia católica, que consideraba los síntomas como algo relacionado con la brujería. Por lo tanto, el tratamiento pasaba por la tortura o la hoguera para liberar el alma del demonio.
Pero no hace falta remontarnos tan lejos. En la Europa del siglo XIX proliferaron los Manicomios, una especie de cárceles en las cuales la tortura fue disfrazada en forma de curación. Por ejemplo, en el hospital de Charenton de París hay registros de “tratamientos” en los cuales a las personas se las mantenía atadas, se les sumergía la cabeza en una bañera, se les aplicaban chorros de agua fría o se las golpeaba. Según ellos, para apartar las ideas fijas e ilusiones que pudieran albergar. Precisamente, éste es el hospital en el cual estuvo ingresado el Marqués de Sade, quién también trabajó allí como escritor, director y actor principal en representaciones teatrales que realizaban con otros pacientes del manicomio, ya que atraían a la clase burguesa francesa. Todas las atrocidades vividas en aquella época pueden leerse en la obra de Michel Foucault “Historia de la locura en la época clásica”
Ahora bien, en el siglo pasado, con los avances de la medicina y el desarrollo de los tratamientos psiquiátricos, la situación no fue mejor. Como ya se expuso en otro artículo de este blog (“Eugenesia y Trastorno Mental: una historia que no debe olvidarse”, de Fèlix Rozey), durante la 2ª Guerra Mundial gran cantidad de personas con trastorno mental fueron esterilizadas y ejecutadas en nombre de una supuesta pureza racial. Pero los horrores descubiertos tras la finalización de la 2ª Guerra Mundial no fueron suficientes para cambiar esta tendencia.
Quizá os deje atónitos saber que en el año 1949 le fuese concedido al Dr. Egas Moniz, el primer presidente de la Sociedad Española de Neurocirugía, el Premio Nobel de Medicina por “su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en la psicosis”. ¿Qué es la lobotomía? Pues un “tratamiento” que consiste en cercenarle un trozo del cerebro (la corteza prefrontal) a la persona. ¿En base a qué investigaciones se justificó su aplicación? Aunque os resulte increíble, la lobotomía se basó en “una única observación en un único caso que ni siquiera era humano, sino un chimpancé”. Unas 50.000 personas fueron lobotomizadas, con poco o ningún seguimiento posterior para conocer las consecuencias de la intervención. En 1967, este “tratamiento” dejó de ser legal.
Paralelamente, entre los años 1957 a 1964, la CIA llevó a cabo un proyecto denominado MK-ULTRA, dirigido por Donald Ewen Cameron, el primer presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría y ex miembro del Comité Profesional del Tribunal de Nuremberg que juzgó a los nazis por sus crímenes. ¿En qué consistía este proyecto? MK-Ultra pretendía, entre otras cosas, encontrar métodos para controlar la mente. Con esta idea se desarrolló la Conducción Psíquica, una teoría según la cual era posible la corrección de la locura, borrando la memoria existente y reconstruyendo la psique por completo. Algunos de los experimentos realizados con este fin, aplicados a personas sin su consentimiento, fueron la radiación, los psicodélicos, la inyección simultanea de barbitúricos y anfetaminas y las descargas eléctricas al cerebro. La Conducción Psíquica nunca funcionó, pero como secuela dejó un número incierto de personas con daño cerebral severo.
Y en la actualidad, nos encontramos con la influencia de las compañías farmacéuticas, entre las más poderosas desde el punto de vista económico. Actualmente, los antidepresivos y los tranquilizantes se encuentran en la clase de medicamentos más vendidos. Estas compañías financian buena parte de la investigación psiquiátrica y realizan presiones sobre médicos, políticos, etc. Las políticas sanitarias están bajo su influjo. Un ejemplo de esta presión lo tenemos en la nueva herramienta de diagnóstico: el DSM-V. Se trata de un manual según el cual ser excéntrico, estar triste por la muerte de un familiar o ser un niño respondón son trastornos mentales que necesitarían medicación. Si la sobremedicación ya es un problema en el ámbito de la salud mental, imponer este manual sería como proponer medicar a toda la población. ¿Cuándo nos tratarán con el mismo respeto que los usuarios y usuarias de otros servicios sanitarios?
Rosa Mª Millán.